Xalapa, Ver., 6 de mayo de 2025.– En Veracruz, la oposición política no solo está ausente: parece extinguida. No por la fuerza imparable de Morena, sino por la sumisión estratégica y el vacío de liderazgo que carcome a los partidos tradicionales. La política local atraviesa uno de sus momentos más opacos, donde el oficialismo avanza más por la complacencia ajena que por méritos propios.
La estructura partidista que debería equilibrar al poder se ha convertido en un cascarón hueco. Sin voz crítica, sin propuesta, sin figuras sólidas que encabecen una alternativa. El electorado, atrapado en esta orfandad política, asiste a un teatro donde el telón se ha caído y ha dejado al descubierto una escenografía desgastada por la simulación.
Uno de los capítulos más reveladores de este escenario es el reciente escándalo en las altas esferas del poder veracruzano: el divorcio del discurso del “hombre de familia”. La versión oficial intenta maquillarlo como “violencia doméstica”, pero en los pasillos políticos se habla de otra historia: una traición íntima, protagonizada no por una mujer, sino por un “espadachín”, cuya presencia ha sacudido los cimientos de una imagen cuidadosamente construida.
Esta ruptura no solo remueve la vida personal de un actor político, sino que desnuda la fragilidad de los relatos públicos, esos que se venden en campañas y se endosan en conferencias. La consecuencia inmediata: un reacomodo inesperado en el tablero local. Rosa María Hernández Espejo emerge como una posible candidata a la alcaldía de Veracruz, no por peso propio ni por la venia de Rocío Nahle, sino por el vacío estratégico que deja una imagen fracturada.
Al margen, dos figuras que alguna vez representaron esperanza para la oposición: Indira y Carolina. Indira, ligada al yunismo, ha optado por el silencio en lugar del desgaste de una derrota anticipada. Carolina, sin el respaldo de sus viejos aliados y con un entorno político desfavorable, ya no es la protagonista de una narrativa de poder, sino una actriz secundaria en una obra que ya no la necesita.
Veracruz se encuentra, así, en un limbo político donde Morena avanza sin resistencia. Pero no se trata de una fuerza hegemónica incontestable, sino de la fragilidad del contrapeso, de la ausencia de voces con autoridad, credibilidad y valentía.
Morena no es invencible; la oposición es inexistente.
Y en política, como en la vida, las caídas se recuerdan. Las traiciones se cobran. Las imágenes rotas no se reparan con discursos.
Porque en este juego de poder, nada se olvida… y la venganza, como siempre, se sirve fría.
